Santa Maria de Ripoll, tumba de reyes y nobles

Para visitar Santa Maria de Ripoll es imprescindible ir con suficiente tiempo para no perderse ni un solo detalle del arte que hay en cada rincón de este templo

Para conocer la historia de nuestro país, es imprescindible ir a unos cuántos lugares que son de parada obligatoria para entender y comprender de donde venimos y hacia donde vamos, para revivir la trayectoria de todo un pueblo y para volver a conectar con las raíces.

Una de estas visitas imprescindibles es Santa Maria de Ripoll, un monasterio que, sin dudarlo, se puede afirmar que es uno de los edificios más importantes del románico catalán.

Fundado por el conde Guifré el Pilós y su esposa, la condesa Guinedilda, el templo de la capital del Ripollès fue consagrado en 888 por el obispo Gotmar de Vic. En la actualidad, el monasterio es mundialmente conocido por su espectacular portalada, una obra única datada de mediados del s. XII, que presenta una estructura rectangular y que recuerda un gran arco de triunfo. La portalada, cargada de simbología y de una riqueza iconográfica que la hace muy singular, es un auténtico espectáculo y, contemplarla, requiere de rato, puesto que hay tantíssims elementos para descubrir que hay que tener tiempos para no dejarse escapar ni un solo detalle de esta.

Santa Maria de Ripoll 1. FOTO: Anna E. Puig

Santa Maria de Ripoll 1. FOTO: Anna E. Puig

Pero más allá de la portalada, este templo alberga otras muchas sorpresas a su interior y, un golpe entrados al templo por su puerta grande, encontramos la impactante majestuositat del interior de la iglesia del monasterio, la planta de la cual está formada por cinco naves copas por un ancho crucero del cual nacen siete ábsides.

El edificio, tal como lo vemos en la actualidad, es fruto de la fuerte restauración dirigida por el arquitecto Elies Rogent y concluida el 1893, efeméride que conmemoran las lápidas situadas a los muros laterales del primer tramo de la nave. En medio de la nave, colgando de la vuelta, podemos admirar el estandarte de la Virgen María, reproducción del original que fue colocado en la inauguración del 1893.

Una de las otras joyas es la lápida sepulcral del obispo Josep Morgadas y Gili, situada en medio del tierra del segundo tramo de la nave central y rodeada por un gran mosaico; presenta la efigie del prelado vestido de pontifical y con el báculo a la mano. La lápida original fue destruida en 1936 y sustituida por una de nueva el 1952.

Làpida a Santa Maria de Ripoll. FOTO: Anna E. Puig

Làpida a Santa Maria de Ripoll. FOTO: Anna E. Puig

Adosadas a los pilares de la nave más próximos al presbiterio, se conservan las urnas modernas del conde de Besalú, Bernat Tallaferro, y del obispo Radulf, hijo de Guifré el Pelós, enterrados originalmente al claustro, y el ossari de los abades Ramon y Bertran Desbac, así como los despojos otros nobles.

Y es que el monasterio de Santa Maria Ripoll fue escogido como panteón condal de la dinastía fundada por Guifré el Pelós. Y espectacular es el actual sepulcro que lo honora, inaugurado el 1982, hay colocadas los despojos del noble procedentes de la tumba primitiva, que estaba situada al claustro. Igual de imponente es el monumento sepulcral, construido el 1895 que conmemora la muerte de Ramon Berenguer IV.

Ramon Berenguer III tampoco quiso ser enterrado a ninguno otro lugar que no fuera el monasterio de Ripoll, disponiéndolo así testamentàriament, sus despojos reposan en una caja sepulcral de piedra del s. XII, ornamentada con relevos que narran su muerte a Italia y el traslado del cuerpo hasta Ripoll. Y podemos encontrar, también, la tumba de Bernat Tallaferro, quién fue cuenta de Ripoll y hermano del abad Oliba.

Capitell del claustre de Santa Maria de Ripoll. FOTO: Anna E. Puig

Capitel del claustro de Santa Maria de Ripoll. FOTO: Anna E. Puig

Y no podemos acabar este paseo sin pasearnos por el claustro de Santa Maria de Ripoll, un maravilloso espacio en el cual se respira una paz absoluta, hacer un tumbo por este espacio que comunica las principales dependencias del monasterio es llenarse de arte, de recogimiento y de cultura. La norteña es una galería de estilo románico, con arcos con capiteles con ornamentos figurativos y vegetales, un arte próximo al de la portalada del templo. En cambio, el resto de galerías son de estilo gótico, destacando especialmente los magníficos capiteles del ala este, cargados también de mensajes ocultos, de simbología e iconografía.

Así pues, ir a Santa Maria de Ripoll es indispensable, cómo lo es también el hecho de ir con suficiente tiempo para poderse embobar del arte que hay en cada rincón de este templo, centenares de detalles, millones de iconos escondidos y miles de años de historia de Cataluña enterradas bajo las piedras y entre las paredes de este icono del país.

Detall Santa Maria de Ripoll. FOTO: Anna E. Puig

Detalle Santa Maria de Ripoll. FOTO: Anna E. Puig

 

 
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