Parte posterior de las viviendas de los obreros de la Almendra de Merola. FOTO: Anna E. Monte

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Entre telares y torres del amo, las colonias industriales del Llobregat

Pasear por las colonias industriales del Berguedà es hacer un viaje a través del tiempo

Visitar una colonia textil es hacer un viaje al pasado, aclucar los ojos, volverlos a abrir y haberse transportado a otra época. Tal como si nos adentráramos en una serie o en una película ambientada a finales del s. XIX y primeros del XX, recorrer las colonias industriales del Llobregat es esto, entrar a un túnel del tiempo que nos traslada a un mundo pretérito.

Mira todas las fotos de las colonias industriales del Berguedano.

Cuelòanida Rosal camí del Konvent. FOTO: Anna E. Puig

Y es que en las tierras del Baix Berguedà hay una concentración de colonias industriales única. Quince colonias en poco más de veinte kilómetros nos dan pistas de la importancia que vino la industria textil al Berguedano, todas ellas, entre Puig-reig y Berga , colocadas estratégicamente a tocar del paso del río Llobregat por esta comarca de la Cataluña Central y que conforman un conjunto patrimonial de un gran valor histórico que nos hace revivir uno de los capítulos más trascendentales de la industrialización a nuestro país.

Colonias industriales. FOTO: Anna E. Puig

Ordenadas alfabéticamente, Cal Bassacs, Cal Casas, Cal Marçal, Cal Metre, Cal Pons, Cal Prat, Cal Riera, Cal Rosal, Cal Vidal, El Guixaró, La Plana, L'Ametlla de Casserres, L'Ametlla de Merola, Viladomiu Nou y Viladomiu Vell, comparten elementos comunes, pero, al mismo tiempo, cada una de estas colonias tiene unas características singulares que la distingue de las otras, cada una con una personalidad única que, todavía ahora, se respira y percibe.

La Almendra de Merola. FOTO: Anna E. Puig

Los rasgos comunes son evidentes, todas ellas tenían la misma misión y la misma estructura: un espacio industrial con grandes fábricas, las chimeneas de las cuales siguen siendo faro y reclamo que hace que las localizamos de lejos. Unas fábricas con unos elementos característicos cómo la esclusa, el canal y la turbina, que permitían transformar el agua del río en la energía que hacía mover todo el engranaje de las maquinarias. Y un espacio destinado a la vivienda de los obreros, puesto que los amos de las fábricas lo tenían clarísimo y por eso montaron el que conocemos como sistema colonial, en el cual los trabajadores y sus familias ya no necesitaban para nada salir de estas colonias.

Església de la Almendra de Merola. FOTO: Anna E. Puig

Por eso a cada colonia, además de la fábrica y las viviendas, encontramos una iglesia, un teatro, un café, una escuela, un lavadero, un espacio para tiendas de pez, de carne, de pan... y unas discretas zonas deportivas y de recreo, presidiendo todo esto, desde un punto levantado, está claro, la torre del amo, un edificio de una arquitectura exquisita, una construcción espectacular con todas las comodidades y modernidades de la época que dejaban muy claro quién era el amo y quién era el obrero, una diferencia entre viviendas tan propia de final de s. XIX y primeros de s. XX cómo también lo era la vida de unos y otros.

Viviendas de la cuelòanida El Guixaró. FOTO: Anna E. Puig

Eso sí, si bien todas estas colonias partían de un mismo patrón de corte y de un mismo ideario y sistema, es cierto que también eran muy diferentes entre ellas, marcando el carácter y el estilo de sus propietarios. Es por eso que paseando de una al otra las diferencias son bien evidentes. Por ejemplo, cercar por las calles de unifamiliares de dos pisos de paredes de blanco inmaculado y torretas florecidas de la Almendra de Merola nos evoca a un paseo por un pueblecito remoto de la costa catalana, completamente diferente de los edificios de viviendas de Cal Marçal, de ladrillos y con una estética mucho más industrial.

Zona de recreo de una de las colonias industriales. FOTO: Anna E. Puig

La actividad frenética de estas industrias al cauce del río Llobregat, pero, quedó frustrada con la crisis que afectó severíssimament el sector textil a Cataluña y estas fábricas acabaron su actividad entre los años 80 y 90 del siglo pasado, acabando también con el esplendor de primeros de siglo cuando, en alguna de estas colonias podía llegar a haber una concentración de más de un millar de trabajadores y sus respectivas familias.

Torre del Amo de Cal Pons. FOTO: Anna E. Puig

Hoy en día, a pesar del paso del tiempo y el abandono de aquellos quien fueran amos, son espacios que todavía laten. En algunas colonias viven los descendentes de aquellos obreros de primeros de siglo pasado, a otros hay espacios destinados a museïtzació y centros de interpretación del que se vivió y es que es parada imprescindible hacer una visita en la Torre del Amo de Viladomiu Nuevo, a Gironella, o un paseo entre telares de la Colonia Vidal de Puig-reig y, incluso, de algún espacio se ha apoderado el arte contemporáneo y acoge el proyecto Konvent que, surgido de los escombros de la colonia industrial de Hace falta Rosal, se ha convertido en un centro artístico multidisciplinario de referencia en todo Europa.

En las calles del cercando del Konvent encontramos varios homenajes en las trabajadoras de las hacèbriques tèxtils de Cal Rosal. FOTO: Anna E. Puig

Embriagarse de aire puro, empaparse de la tranquilidad y paz que se respira hoy en día, cerrar los ojos y despertarse en otro mundo, en otro tiempo y preguntarse donde y cómo vivían los trabajadores, donde estudiaban sus hijos o con que se entretenían en las pocas horas libres que tenían, descubrir cómo eran las casas de los amos, cómo eran los telares que sorollaven día y noche o cómo repicaban las campanas de sus iglesias... todo esto es posible de vivir y revivir dejándose llevar Llobregat abajo.