Los destinos póstumos de Jaume I

Jaume I fue un rey astuto, con coraje y guerrero que añadió tres perlas a su corona

 

 

El 27 de julio del 1276 murió Jaume I el Conquistador en Valencia. Antes, pero, pidió que lo enterraran a lae sglésia de Santa Maria de Poblet, en Cataluña, pero la revuelta de los sarracenos de Valencia obligó su sucesor, el rey Pere el Ceremonioso, a aplazar el traslado de los restos. Mientras tanto, los despojos del rey repusieron a la catedral de Valencia, ante el altar mayor.

 

Dos años más tarde, el 1278, se trasladaron los restos de Jaume I a Pueblecito y el 1390 se colocaron en una urna de alabastro de una sola pieza.

 

Ya en el siglo XIX, el 1835 debido a la política liberal contra la Iglesia, se quemaron y se saquearon muchos conventos mientras los monjes eran expulsados. Y el monasterio de Pueblecito no se salvó: las tumbas fueron profanadas, se desposeyeron las momias reales de sus vestidos y de los objetos preciosos y acabaron amontonadas en medio de la iglesia.

 

 

 

 

Dos años más tarde, el 1837, el padre Antoni Serret, rector del Esplugade Francolí , recogió todos los restos y las depositó en la iglesia de Santo Miquel. El 1843, estos despojos fueron metidas en siete cajas y se trasladaron a la catedral de Tarragona, instaladas provisionalmente en una capilla del templo.

 

Una real orden del 1853 cedió los restos en la ciudad de Tarragona, con la obligación de construir una sepultura digna. El ayuntamiento hizo venir de Pueblecito una parte de las tumbas de alabastro y construyó al corazón de la catedral un panteón, el cual se inauguró el 1856. En aquel traslado, se fotografiaron los restos de la momia reíal y se reconoció  la cicatriz de la flecha que había herido el rey a la cabeza durante el asedio de Valencia.

 

 

Tumba de Jaume I de Frederic Marino | Cedida

 

 

El 1906, el arquitecto Lluís Domènech y Montaner diseñó el proyecto de las dos tumbas monumentales, destinadas a acoger a la nave central de la catedral de Tarragona los despojos del rey Jaume I y de los otros miembros de la familia real. La tumba destinada a Jaume I llegó a hacerse, pero no se colocó nunca en el lugar que le estaba destinado.

 

El 1940 se inició la restauración del monasterio de Pueblecito y el escultor Frederic Marino se encargó de la restauración de las tumbas del panteón real. Más tarde, el 3 y 4 de junio del 1952, y en la presencia del dictador Francisco Franco, los restos de los reyes de Aragón fueron trasladadas solemnemente de Tarragona al monasterio de Poblet, donde reponen actualmente.

 

Si encuentras fascinando la vida del rey catalán Jaume I, te recomendamos que leas El Libro de los hechos de Jaume el Conquistador, la versión en catalán moderno de Josep Maria Pujol, de Agnès y Robert Vinas, editada por la Editorial Moll el 2008.

 
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