La última ejecución pública se hizo el 15 de junio del 1897 al patio de los Corderos. Situado junto a la vieja prisión de Reina Amàlia, este patio con árboles plantados fue el escenario macabro de las ejecuciones a garrote durante el siglo XIX y comienzos del XX. Era al mismo lugar donde hoy se encuentra la plaza de Josep Maria Folch y Torres ante el Instituto Milà y Fontanals.
El último ejecutado fue el joven de 19 años Aniceto Peinador, condenado por la muerte de dos hombres. La aparición de Aniceto en el patio de los Corderos el 15 de junio del 1897 levantó comentarios de admiración: con gran valor y serenidad subió por su propio pie y no le puso ningún problema al verdugo Nicomedes Méndez, que acabó sin incidentes su trabajo.
Mientras los espectadores iban marchando de la plaza de los Corderos, un desconocido se quedó a tomar anotaciones en un cuaderno. Era un joven de 24 años, amigo del médico forense que asistía a la ejecución, denominado Ramon Casas. Su obra, El garrote vil, fue comprada el 1895 por el Estado y portada al Museo de Arte Moderno, de donde pasó a Prado y el 1995 al Centre Reina Sofía de Madrid. Sin haberlo adivinado, el poeta criminal Aniceto Peinador se convirtió en arte.