Admitida a la lista de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, junto con las fallas de verano de los Pirineos, la Fía-Faia es una tradición navideña de origen precristià, que se celebra el día 24 de diciembre a las localidades de Santo Julià de Cerdanyola y Bagà, dos pueblos del Alt Berguedà.
La Fía Faia el 2017. FOTO: Anna E. Puig
En su origen, era una parte de los rituales que acompañaban la fiesta del solsticio de invierno, un ritual precristià de culto al sol, en el día que este astro tiene una menor duración al firmamento y que, transformado e incorporado a la celebración de Navidad , ha podido llegar hasta nuestros días a través de siglos de historia, tradición y perseverancia de la gente del territorio.
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Así pues, actualmente, a la vigilia de Nadal y marcado por un toque de oración, cada pueblo enciende una hoguera a la montaña y, cuando cae la noche, se traslada hasta el centro de las poblaciones con unas antorchas confeccionadas con una hierba de margera, llamada faia. La bajada de antorchas a través de las montañas que rodean Bagà y Sant Julià de Cerdanyola es un espectáculo único, un impacto visual y mágico que hace que se llene el alma y se emocione el espíritu.
La fiesta se celebra la vigilia de Nadal. FOTO: Anna E. Puig
Las antorchas de Bagà y de Santo Julià de Cerdanyola se elaboran a partir de la misma materia, la faia, pero el proceso de confección es diferente, puesto que la de Cerdanyola tiene una alma de madera y la de Bagà, no.
También hay otras diferencias entre una celebración y la otra, por ejemplo, a Bagà al llegar a la villa, los fallaires son recibidos por las autoridades, que los posan un pañuelo alrededor del cuello y, después, reparten el fuego al resto de baganesos que los esperan con sus antorchas dispuestos a entrar conjuntamente a la plaza soportal, en cambio, a Cerdanyola , el pañuelo se repartido en el momento inicial de la bajada, que se hace ininterrumpidamente hasta llegar a la plaza de la iglesia.
La tradició se ha mantenido de manera tradicional. FOTO: Anna E. Puig
A Bagà , la crema es espectacular, porque se pueden llegar a agrupar más de cuatrocientas faies encendidas, rompiendo la oscuridad de la noche, y una vez agrupar al centro de la plaza se inicia una danza y se reparte coca con allioli de membrillo. Por el contrario, a pesar de que igualmente espectacular, la fiesta de Sant Julià de Cerdanyola es menos concurrida y tiene un aire más íntimo; después de la bajada también se baila una danza y también se reparte allioli de membrillo, este caso acompañado con unas pequeñas torradetes de pan.
Centenares de personas mantienen viva la tradició. FOTO: Anna E. Puig
Alrededor de las faies encendidas de un fuego vivo e intenso, los participantes de la fiesta cantan "Fía-faia, fía-faia, que nuestro señor ha nacido a la paia" y saltan alegremente por encima de las hogueras y celebran que, unos y otras, son una vez más en su pueblo, con su gente, manteniendo viva la llama de una tradición atávica y ancestral. Por muchos años de tradiciones nostrades, por muchos años de iluminar la oscuridad de los días más difíciles con el fuego de la esperanza.